Escribir esta novela no fue fácil, reviví sensaciones y momentos tras la pérdida de mi compañero de vida. No obstante, sé que Cody fue quien me incentivó a hacerlo, a escribir parte de nuestra historia. Llevaba sin escribir una sola palabra desde que puse el punto final a «Pedro», la segunda parte de una bilogía. Esa bilogía, al igual que otras novelas, la escribí con Cody a mi lado. Mi psicólogo siempre menciona que vinculo la escritura con Cody y que, por eso, no soy capaz de escribir si él no está a mi lado. Cody ha estado presente en cada uno de mis tecleos en el ordenador mientras escribía novelas. Sin él, sentía que no era capaz. Por eso quiero pensar que Cody, allá donde esté, ha estado a mi lado para impulsarme a escribir parte de nuestra historia.
Si algo me han enseñado los dieciséis años que he vivido al lado de Cody, es que el amor no conoce límites cuando es verdadero. No es descabellado sentir que nuestros peludos son parte de la familia, incluso sentimos que son nuestros hijos. Cody lo fue (y lo es) todo para mí. Su pérdida es lo más doloroso que he vivido hasta ahora, pero me ha tocado aprender a vivir sin él físicamente. El duelo animal sigue siendo un tema tabú en la sociedad, por eso quise escribir sobre ello. No debería ser un tema tabú, no debería ser menospreciado por aquellos que no lo entienden. Nos merecemos amar a cualquier ser con todo nuestro corazón, aunque sean de diferente especie.
Cody me ayudó en muchos aspectos de mi vida. Y doy las gracias a quien sea de que lo pusiera en mi camino, pues todo lo que tengo ahora es gracias a él . No sabía lo que era el amor, la amistad, la fidelidad y todo lo positivo que habita en este mundo de no ser por él. Cody fue un maestro de cuatro patas. Quiero pensar que Cody se marchó cuando era el momento indicado. Ni antes, ni después. Quiero pensar que Cody se marchó feliz tras ver que yo también lo era.
Mi peludo dejó un gran vacío en mi corazón. No sabía qué sería de mí ahora que él no estaba, pero quiero quedarme con sus enseñanzas. Quiero pensar que él está orgulloso de mí, que está en el arcoíris a la espera del día en que a mí me llegue la hora. Y no necesitaré explicarle nada, pues él habrá estado atento a cada uno de mis pasos.
Cody, esto va por ti.
Siempre va por ti.
Te echo de menos, pequeño cabroncete.
¡Si estás deseando leerlo, escríbele aquí y reserva ya tu ejemplar!